La ciudad que fue símbolo del turismo mundial se encuentra en quiebra y su esplendor ya es cosa del pasado; hoy en su zona dorado el paisaje está compuesto por edificios vacíos, servicios cortados, calles destruidas, basura, abandono y pobreza. Mientras que sus calles reflejan la crisis económica de la población y las empresas locales.

Más de la mitad de los residentes de Acapulco viven por debajo de la línea de pobreza, según las estadísticas oficiales. Y el índice de desempleo del que fuera un próspero polo, hoy está en su nivel alto.

La falta de inversión en alumbrado, agua potable, policía y servicios de emergencia ha impactado en la seguridad: hoy tras un breve tiempo calma, Acapulco muestra su índice de criminalidad más alto nuevamente.

Una historia de horror

Tristemente la corrupción y la violencia acabaron con Acapulco. Decapitaciones masivas, asesinatos a sangre fría en playas turísticas, narcotraficantes sanguinarios que se disputan la venta de drogas y autoridades coludidas con el crimen, son parte de los factores que han hecho que el turismo nacional se aleje y el internacional ni se acerque.

Esta es la línea de tiempo de la decadencia en Acapulco:

  • En 2013 Acapulco desplazó en violencia a ciudades en severos problemas de seguridad como Cuernavaca.
  • En 2014 Acapulco se convirtió en la tercer ciudad más violenta del mundo con 883 homicidios registrados en un año
  • Para 2015 Acapulco se convirtió en el municipio más violento de México con 902 homicidios dolosos en 2015 con una tasa de homicidios de 104.62 personas lo cual es siete veces mayor al promedio nacional.
  • Al finalizar 2017 Acapulco refrendó su título de tercer ciudad más violenta del mundo con 106 mil 63 homicidios por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con cifras del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.

Un paraíso abandonado

Acapulco compendia, en síntesis, todos los errores que no se deben cometer en materia de turismo. Es un destino que se extingue inexorablemente.

Es lamentable que, sexenio tras sexenio, el tema de la crisis en Acapulco se quede para después. Y no se vislumbra, por ahora, fecha de inicio. El turismo debería tomarse con mayor seriedad, ya que, dicho sea de paso, siempre se ha mencionado que puede ser el “motor de la economía”, y nada de nada: ¿conformismo o indolencia?

Tienen que decaer las remesas o el petróleo, para que el turismo salga a flote. Cuando debería ser todo lo contrario. Con tanta riqueza natural propia de Acapulco, éste va en picada libre y no parece detenerse. Los hoteleros del Acapulco tradicional atraviesan por deficiencias que van desde escasez de agua, mal estado de inmuebles, contaminación de playas y agua, inseguridad, transporte obsoleto que, con seguridad, no aprobaría las normas ecológicas, y una falta de civismo y de cultura turística (“anfitrionía” diría la OMT) tanto de autoridades, como de sociedad, que hace del destino una tierra de nadie. La decadencia de este lugar, hay quien la marca a principios de los 90, con René Juárez Cisneros como gobernador de Guerrero, y con un Fonatur que, si bien era el rey de los bienes inmuebles turísticos, no tenía en el radar a Acapulco. Es cierto que los gobiernos federales, desde el 2003, analizaban el tema en pro de un repunte. Sin embargo, fue hasta el 2008, cuando Fonatur, entonces al mando de Miguel Gómez Mont, inicia un estudio, muy serio, que concluyó en el 2012, llamado Plan Sectorial de Desarrollo Turístico de la Zona Metropolitana de Acapulco, a fin de que el rescate de este punto turístico fuera tomado por el propio fondo y cobijado por la Iniciativa Privada con programas muy puntuales. En la zona Diamante, hablamos de constitución de la reserva urbana-turística, construcción de campos de golf de firma internacional, desarrollo de marinas, de complejos condominales y hoteles para turismo de ingreso alto. Reciclamiento de Puerto Marqués, desarrollo de un centro urbano-turístico.

En la zona Dorada, se detectó el aprovechamiento para fines turísticos de terrenos ocupados por Deportivo Acapulco, Pemex y Base Naval, desincorporación y optimización del uso del Centro de Convenciones, modernización del equipamiento, instalaciones y reclasificación de los hoteles.

En la zona tradicional se propuso: rescate del centro y barrios históricos, del Fortín Álvarez, construcción de Plazoleta de acceso en Caleta, del malecón, desconcentración del anfiteatro, conclusión del proyecto de La Quebrada, así como revitalización de Plaza de Toros, reciclamiento del terreno del Jai-Alai, rescate de hoteles tradicionales, modernización del Mundo Marino y Parque Papagayo.

El gran “pero” fue el cambio de gobiernos federales, locales y gubernamentales. Zeferino Torreblanca Galindo y Ángel Aguirre Rivero, así como presidentes municipales no ayudaron en mucho. El declive, la violencia y los inmensos temas de fraude y corrupción se hicieron presentes.

¿Se quiere realmente rescatar a Acapulco?

Todo indica que no, al menos en tres años el gobierno de López Obrador no ha hecho nada por evitarlo.

Otra pregunta en este punto tan crítico de la ciudad es, averiguar si está en el radar del gobierno de Félix y Evelyn Salgado, así como en la agenda del secretario federal de Turismo, Miguel Torruco, tomar el toro por los cuernos y hacer algo para frenar el declive de Acapulco, que, a decir de los expertos, requeriría de, al menos, 20 años para reposicionarse. O será que veremos la caída total de un puerto que llegó a ser el principal destino de playa a nivel internacional, destino que fue centro de la realización de películas, festivales de cine, cede de grandes personajes y un lugar por demás importante para el turismo nacional e internacional.

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