Ni a cuál irle: al senador ahora virtual candidato a gobernador de Guerrero, Félix Salgado Macedonio o al doctor Hugo López-Gatell, responsable gubernamental contra la pandemia. Ellos no son excepción, sino justa medida de la degradación de la política a la que ha llevado la polarización. A manera de blindaje, el presidente López Obrador y su movimiento se han instalado en el cinismo. Acontecimiento inaudito: la defensa que hiciera el Presidente de un funcionario documentadamente responsable de que el país sea el peor caso en el manejo de la pandemia. La tasa de letalidad habla por sí misma, aunque el Presidente tenga otros datos.

Sobre el flamante candidato a gobernador pesa la acusación de violación. Una ininterrumpida trayectoria de arbitrariedades y excesos la vuelve creíble. Que haya ganado la encuesta del Morena para la selección de candidato —resultado creíble— revela que el cinismo también es la vía para la popularidad. No son tiempos de mesura ni prudencia. La pregunta no es qué hará el Presidente y su partido una vez que Salgado Macedonio sea gobernador, sino qué habrán de hacer los guerrerenses, de por sí golpeados por la pobreza y la criminalidad. Lo que ocurre en Morelos con Cuauhtémoc Blanco no es consuelo. Una vista a lo que fue la gestión de Salgado Macedonio en la alcaldía de Acapulco daría cuenta de la calidad del personaje como autoridad. Las aguas residuales en lo que es una de las más hermosas bahías del mundo son metáfora de lo que vendría.

Del doctor López Gatell se ha dicho todo. Hasta en el mismo gobierno enfrenta reserva. El canciller Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de Ciudad de México, tienen que soportarle en su soberbia, desplantes e incompetencia. El respaldo que goza del Presidente, aunque incomprensible es real y frente a esa voluntad más vale acomodarse. La biografía no da tanto para calificarlo funcionario mundialmente ejemplar, aunque para quien le protege se vuelve todo un dato el que haya sido virtualmente defenestrado por el presidente Felipe Calderón. Como quiera que sea, a los funcionarios se les juzga no por sus antecedentes, sino por sus acciones y particularmente por los resultados.

El doctor López Gatell requerirá de inmunidad legislativa. Su futuro después de 2024, si el Presidente persiste en protegerlo, será diputado o senador. De otra forma es muy probable que enfrente una acción legal por su responsabilidad criminal en el manejo de la pandemia. Así de sencillo. Nada para sorprender si ya se está instalado en el cinismo.

Desde ahora se advierte la debacle política y moral del proyecto lopezobradorista. En todos los sentidos el país acabará peor de lo que lo dejó el gobierno más corrupto de la historia reciente. La polarización ha llevado a la pérdida de proporción sobre los límites en el servicio público y en la política. Para 2024 México será más corrupto, más pobre, más desigual, más violento y ciertamente mucho más infeliz. Legado de la incompetencia acompañada de la soberbia.

Por Federico Berrueto.

Publicado en Milenio.

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