Por Manuel J. Jáuregui.

Desde hace años hemos considerado en este espacio que uno de los grandes problemas que existen en nuestro País, uno que complica encontrar y aplicar las soluciones idóneas a nuestra problemática, consiste en la tergiversación de roles que continuamente presenciamos.
Nuestros políticos quieren ser empresarios y nuestros empresarios quieren ser políticos.

Lo que este champurrado provoca es que se borren las líneas divisorias y acabamos con que ni unos ni otros cumplen cabalmente con su chamba.

No pocas empresas hoy día traen sus acciones raspando sótano precisamente porque sus directivos han tomado decisiones políticas, y viceversa: tenemos hoy a Gobernadores en la CÁRCEL porque en lugar de ser políticos y servir al pueblo se tornaron empresarios colocando como su meta primordial «hacer dinero», cuando debería ser fomentar y lograr el bien público.

Nos parece, por tanto, una feliz coincidencia -y por ello la comentamos hoy- con algo que dijera antier quien ha mostrado ser el más grande filántropo que México tiene hoy día, el Ing. Carlos Slim Helú, quien logró juntar más de 2 mil millones de pesos para ayudar en la reconstrucción de edificios y entregar víveres a los afectados por los sismos del 7 y 19 de septiembre.

No somos -ni los necesita tampoco- sus paleros, pero injustos (e ingratos) seríamos si no reconocemos la magnitud de este gesto solidario.

Son muchos los que han ayudado, y a todos se les agradece, pero hasta el momento nadie como el Ing. Slim. Esto es un hecho, les cuadre o no a muchos.

Dijo el Ing. Slim lo siguiente: «Los empresarios que se quieran hacer políticos, que les gusta la política, son más políticos que empresarios».

Más claro no canta un gallo: no se puede al mismo tiempo repiquetear campanas y andar en la procesión.

Esto es, cambiar de vocación como quien muda de camisa: un día empresario y al siguiente político.

¡Zapatero a tus zapatos!

O se es lo uno, o se es lo otro: no confundamos roles ni borremos líneas; eso hemos sostenido por décadas y si ahora coincidimos con el Ing. Slim, nos parece un feliz hecho que nos permite repetir y reforzar este axioma, precisamente porque cae como anillo al dedo por los tiempos que se vienen.

¡La rebatinga electoral del 2018!

Nos parece lógica, pero errada, la secuela que hoy se vislumbra del fracaso operacional en el terreno de la administración pública de TODOS los partidos políticos y de una buena parte de los llamados «independientes» elegidos hace dos años.

Este fracaso estrepitoso -que ha generado en la sociedad mexicana hartazgo y decepción- está moviendo a mucha gente con cierto poder e influencia a decir «como nada ha funcionado, necesitamos meter a los empresarios chinchones a la política».

Hablan de ex CEOs de grandes e importantes empresas, a nivel candidaturas municipales, estatales y para el Congreso.

La intención es buena, pero la ejecución falaz.

Para ser buen político se requiere tener «oficio» político, pues gobernar -máxime gobernar bien- es un arte que requiere un set de habilidades muy específicas.

Y éstas, contrario a lo que pudiera pensarse, NO SON LAS MISMAS que se requieren para ser un buen director general en una empresa.

Ni el tigre muda de piel, ni el buen empresario necesariamente sería un buen político, y viceversa también aplica: el que es buen político (si es que acaso hay tal animal en la escena mexicana) no implica que sea un buen empresario.

(Y, por favor, no confundamos el robar y amasar una gran fortuna con el éxito empresarial o la capacidad de hacer dinero bien habido). Lo mismo se puede decir de la «inteligencia».

Hay varios tipos de inteligencia, desde la emocional hasta la teórica y práctica: la teórica en el servicio público sirve para lo mismo que la famosa Carabina de Ambrosio, es decir, ¡para nada!

Las peores pentontadas políticas han corrido a cargo de hombres «inteligentes» y algunas de las más acertadas medidas han provenido de hombres ordinarios, pero con gran inteligencia emocional.

Aprendamos, pues, a corregir los problemas del País cada quien desde su trinchera, desde su área de competencia y responsabilidad: cada burro a su mecate.

Twitter @TiempoGro